La Repetición
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Es de noche. Camino por un lugar débilmente iluminado. Es un callejón estrecho. No veo a nadie. En todo caso, la bruma difunde una luz distante. Mis pasos resuenan con un ominoso eco. Apuro el andar con la intención de llegar al próximo farol.
Llegando al punto, observo una silueta humana. La figura está a dos o tres metros de distancia. Es una anciana con el rostro semicubierto. De pronto con una voz quebrada, me pregunta la hora. Miro el reloj y le respondo: “Son las tres de la mañana”.
Me alejo velozmente, internándome de nuevo en la bruma y la oscuridad, deseando llegar al próximo farol que diviso a la distancia.
Allí, nuevamente, está la mujer. Miro el reloj que marca las dos y treinta. Comienzo a correr hasta el farol siguiente y, mientras lo hago, volteo la cabeza hacia atrás. Efectivamente, me alejo de la silueta que permanece quieta a lo lejos. Llegando a la carrera al farol siguiente, percibo el bulto que me espera. Miro el reloj, son las dos.
Corro ya sin control pasando faroles y ancianas, hasta que, agotado, me detengo a mitad de camino. Miro el reloj y veo en su vidrio, el rostro de la mujer. Comprendo que ha llegado el fin…
A pesar de todo, trato de entender la situación y me pregunto repetidamente: “¿de qué estoy huyendo?… ¿de qué estoy huyendo?” La voz quebrada me responde: “Estoy atrás tuyo y adelante. Lo que ha sido, será. Pero eres muy afortunado porque has podido detenerte a pensar un momento. Si resuelves ésto, podrás salir de tu propia trampa.” (*)
Me siento aturdido y fatigado. No obstante, pienso que hay una salida. Algo me hace recordar varias situaciones de fracaso en mi vida. Efectivamente, ahora evoco los primeros fracasos en mi niñez. (*)
Luego, los fracasos de juventud. (*)
También, los fracasos más cercanos. (*)
Caigo en cuenta que en el futuro seguirá repitiéndose, fracaso tras fracaso.(*)
Todas mis derrotas han tenido algo de parecido y es que las cosas que quise hacer, no estaban ordenadas. Eran confusos deseos que terminaban oponiéndose entre ellos. (*)
Ahora mismo descubro que muchas cosas que deseo lograr en el futuro, son contradictorias. (*)
No sé que hacer con mi vida y, sin embargo, quiero muchas cosas confusamente.
Sí, temo al futuro y no quisiera que se repitieran fracasos anteriores.
Mi vida está paralizada en ese callejón de niebla, entre fulgores mortecinos.
Inesperadamente, se enciende una luz en una ventana y desde ella, alguien me grita: “¿Necesita algo?”
Sí -le respondo-, ¡necesito salir de aquí!
– ¡Ah, no!… sólo no se puede salir.
– Entonces, indíqueme cómo hago.
– No puedo. Además, si seguimos gritando, vamos a despertar a todos los vecinos. ¡Con el sueño de los vecinos no se juega! Buenas noches.
Se apaga la luz. Entonces, surge en mí el más fuerte deseo: salir de esta situación. Advierto que mi vida cambiará solamente si encuentro una salida. El callejón tiene aparentemente un sentido, pero no es sino una repetición, desde el nacimiento a la muerte. Un falso sentido. De farol en farol, hasta que en algún momento se acaben mis fuerzas para siempre.
Advierto a mi izquierda, un cartel indicador con flechas y letras. La flecha del callejón indica su nombre: “Repetición de la vida”. Otra, señala: “Anulación de la vida”, y una tercera: “Construcción de la vida”. Me quedo reflexionando un momento.(*)
Tomo la dirección que muestra la tercera flecha. Mientras salgo del callejón a una avenida ancha y luminosa, experimento la sensación de que estoy por descubrir algo decisivo. (*)